"Una tarde de mayo, un hombrecito llegó a la ciudad, y más que a la ciudad, a una oficina del tercer piso del Ministerio de Educación, en busca de un funcionario, pariente lejano de su familia, quien le daría trabajo y lo ayudaría, según le había dicho en su pueblo. Con su mejor indumentaria, camisa blanca, pantalón limpio, zapatos de charol y sombrero de paja norteño, esperó en la secretaria. A la mañana siguiente se presentó en la misma oficina y con la misma actitud pacífica, después de un largo preámbulo, dejó su carta de recomendación, y tampoco lo atendieron. Durante varios meses, impasible terco el hombrecillo llegaba con los empleados, subía al tercer piso, se colocaba frente al despacho de su jefe, y permanecía inmóvil en la pared, sin que la secretaria se diera el trabajo de recibirlo." ....
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